jueves, 18 de julio de 2013
lunes, 15 de julio de 2013
EL BEATO FRANCISCO PÉREZ DE GODOY: LOS MÁRTIRES DE TAZACORTE O DEL BRASIL
Hoy se cumplen 443 años del martirio de nuestro paisano Francisco Pérez de Godoy, fecha en la que se celebra su festividad como Beato.
Su
martirio, junto con el Padre Ignacio de Acevedo y 38 compañeros más, fue
conocido como el de “Los Mártires de Tazacorte” o el de “Los Mártires del
Brasil”, ya que su viaje partía desde La Palma, del puerto de Tazacorte y se
dirigía a la evangelización del Brasil.
Conozcamos
un poco mejor la biografía del Beatro Francisco Pérez de Godoy.
Francisco
Pérez de Godoy y del Campo nació en Torrijos el 19 de Febrero de 1550, en el
número 15 de la Calle de los Molinos. Era hijo de Juan Pérez de Godoy y
Catalina del Campo.
En
Torrijos, y en consonancia a la gran religiosidad de sus padres, se inició
durante tres años en el Colegio de Clerizones de la Colegiata del Corpus
Christi. Allí aprendió a leer, escribir, contar, el canto llano, rezo divino y
a ayudar en las ceremonias de la
iglesia. Al tiempo, invirtió otros tres años en el Estudio de
Gramática y Retórica del monasterio franciscano de Santa María de Jesús, hasta
que le llevaron a Salamanca para que prosiguiera sus estudios de Derecho. Como
bachiller en Cánones, pasó al Colegio de los Padres Jesuitas de Medina del
Campo, donde completó sus conocimientos de Derecho Canónico. También “sabía música y tocar arpa y otros
instrumentos”. Fue en unos Ejercicios Espirituales donde Dios le tocó el
corazón para dejar el mundo y hacerse jesuita. Tuvo muchas dificultades, entre
ellas la de la cortarse el bigote, que cuidaba con orgullo. Sin embargo, la
llamada de Dios fue más fuerte que el goce del mundo.
Comenzó
el noviciado de la Compañía en 1562, bajo la influencia del venerable P.
Baltasar Álvarez, confesor de su prima Teresa de Cepeda y Ahumada, Santa Teresa
de Jesús, del que fue su director espiritual. Éste, muy pronto, lo apreció por
su rara virtud: el fervor religioso y el espíritu de sacrificio que poseía.
En
una ocasión en que el P. Baltasar le ofreció una cosa por el lado izquierdo, se
dio cuenta que Francisco tuvo que girar la cabeza para verlo, descubriendo que
no veía por el ojo izquierdo. Fue preguntado si era así, a lo que confesó ser
verdad y que había encubierto el defecto, temeroso de no ser admitido en la
Compañía y no poder ordenarse sacerdote, ya que por ese lado se leía el Canon
de la Misa.
Mientras
decidían qué hacer con él, llegó a Medina del Campo el P. Ignacio de Acevedo,
provincial del Brasil, con la intención de reclutar misioneros.
Ignacio
de Acevedo y Abreu, nació en Oporto en 1526 y fue paje del Rey Juan III de
Portugal desde 1539. En 1541entró en la Compañía de Jesús, llegando a ser rector de los
colegios de San Antonio de Lisboa, Coimbra y Braga y más tarde Viceprovincial
de Portugal.
Solicitó
con una carta, en 1565, al Papa Pío V ser enviado a las Indias de misionero,
accediendo el Pontífice a esta petición, y enviándolo a Brasil como visitador
jesuita. Dedicó su estancia en el país para recorrer Río de Janeiro, Bahía, Sao
Paulo…, encontrándose con el P. José de Anchieta y con el P. José de Arce y
Rojas.
Regresó
a Lisboa en 1568, donde fue recibido en audiencia por el Rey D. Sebastián. Un
año después se dirigió a Roma para ser nombrado Provincial del Brasil.
El
Papa San Pío V lo recibe en Roma y le obsequia con diversas reliquias para que
fueran veneradas en las nuevas misiones, así como un retrato de la Virgen , copia del original
(que se custodia en la
capilla Borghese de la Basílica de Nuestra Señora La Mayor de Roma y atribuido al
pincel del Evangelista San Lucas).
Ignacio
recorrió media España, llegando a Madrid, Valencia, Barcelona y Medina del
Campo, donde conoció la historia de Francisco.
Allí
suplicó el torrijeño que le dejaran en la Compañía y vio la ocasión de quedarse
en ella ofreciéndose para ir a Brasil con otros cuatro religiosos. Su astucia y
sus dotes de músico (tocaba muy bien el arpa) le valieron para seguir siendo
jesuita y poner una nota de alegría a su alrededor.
Continuaron
su viaje hasta Portugal para visitar Évora, Coimbra y Braga. En todas estas ciudades
iba inscribiendo voluntarios.
El
día 3 de Mayo de 1570, festividad de la Santa Cruz , concentró en Val del Rosal a los 77
misioneros, y el día 2 de Junio escribió una carta, ya en el galeón Santiago,
al General de la Compañía
de Jesús desde Belem.
D.
Luís de Vasconçelos y Meneses había sido nombrado gobernador del Brasil, y se
dispuso a zarpar hacia allí en una flota compuesta por siete navíos. En tres de
esos barcos se habían situado los misioneros jesuitas, llegando a mediados de
Junio de 1570 al puerto de Funchal, en Madeira.
Poco
tiempo antes había salido de La
Rochela , en el sur de Francia, el hugonote francés Jacques
Souris, al mando de sus navíos, ansiosos de encontrar algún botín. Al llegar al
puerto de la isla portuguesa fue rechazado por la artillería del castillo de
San Lorenzo y los cañones de las naves de D. Luís Vasconçelos, cuya flota aún
se hallaba anclada en la bahía.
El
galeón Santiago zarpó del puerto de Funchal con rumbo a Santa Cruz de La Palma
el 7 de Julio de 1570, aprovechando que los piratas habían abandonado
finalmente la isla. A
bordo iba el P. Ignacio de Acevedo con 39 misioneros más y algunos pasajeros,
amén de la
tripulación. Estuvieron a punto de ser abordados por los
cinco navíos de Sourie pero un fuerte viento se levantó repentinamente y
dispersó a los barcos al aproximarse a La Palma. El galeón de los jesuitas tuvo que
guarecerse rápidamente en el puerto de Tazacorte.
Anclado
el galeón a tierra, los misioneros fueron acogidos por la familia Monteverde ,
y relacionada con el P. Ignacio, ya que Melchor de Monteverde y Pruss se había
educado con él en su ciudad natal.
El
13 de Julio de 1570 celebró el P. Ignacio de Acevedo su última misa en tierra,
en la iglesia del Patrón de La
Palma , San Miguel Arcángel de Tazacorte.
Existe
una tradición que dice que el P. Ignacio, en el preciso instante de que el
jesuita bebía del cáliz, tuvo la revelación de su próximo martirio,
provocándole una tremenda impresión. El P. Ignacio marcó sus dientes el borde
del cáliz con una melladura: “hecha con los dientes incisivos, al tiempo de
sumir el linguis, atribuyéndose entonces este hecho a la revelación que en
aquel momento había tenido dicho padre de que iba a padecer martirio”.
Las
reliquias entregadas por el Papa fueron desembarcadas y donadas a su amigo
Melchor, como muestra de agradecimiento por su acogida y depositadas en la
ermita de San Miguel.
El
14 de Julio de 1570 el galeón Santiago zarpó rumbo a Santa Cruz de La Palma , por la parte sur de la isla. El mar se hallaba
en calma ese día, lo que obligó al galeón a avanzar bordeando la isla para
aprovechar mejor el “terral”, la ligera brisa que le llega de tierra.
Al
amanecer del día 15 de Julio, Jacques Sourie, a bordo del navío “Le Prince”, interceptó el galeón de
los jesuitas cuando se aproximaba a la
Punta de Fuencaliente, aprovechando los vientos que le venían
del mar por la parte del levante. A los disparos de intimidación por parte de
los piratas, le siguieron los intentos de abordaje. Mientras tanto, los otros
navíos del pirata se iban acercando al galeón “Santiago”.
A
la orden de Sourie, saltaron unos piratas de los cinco barcos franceses sobre
el galeón portugués, ávidos de sangre y riquezas. Nada pudieron hacer ni los
tripulantes ni los jesuitas. El P. Acevedo alentaba como podía a sus compañeros
y compatriotas. El capitán de uno de los barcos atacantes lo hirió en la cabeza
con una espada. A duras penas siguió animando a los suyos para perdonar a los
verdugos, mientras abrazaba con fuerza el pequeño cuadro de la Virgen , obsequio de Pío V.
Herido de muerte por tres golpes de lanza, cayó al suelo sin vida.
Los
piratas acuchillaron a treinta y nueve jesuitas y lanzaron por la borda los
cuerpos, algunos moribundos, hasta que los vieron hundirse en el mar.
Francisco, que fue uno de los últimos en recibir el martirio, alentaba a sus
compañeros con unas palabras que había oído al P. Baltasar Álvarez: “Hermanos, no olvidemos que somos hijos de
Dios”.
Tan
sólo perdonaron la vida al hermano cocinero, que era sobrino del capitán, pero
no satisfecho con su destino, decidió vestirse con el hábito religioso y
declararse jesuita. Fue inmediatamente degollado.
Este
mismo día, víspera de Ntra. Sra. del Carmen, hubo fiesta en el Carmelo de
Toledo, donde asistió Santa Teresa de Jesús. Retirada ya en su celda, en
contemplación, “conoció la muerte de los
cuarenta padres y hermanos de la Compañía de Jesús que iban al Brasil”
entre los que estaba su sobrino Francisco Pérez Godoy, de Torrijos. Cuando se
lo comunicó al P. Baltasar Álvarez le dijo “que
los había visto con coronas de mártires en el cielo”.
Después
del tormento, los piratas llegaron al puerto de San Sebastián de La Gomera. Con el paso de
los días se fue divulgando la espeluznante noticia, y D. Diego de Ayala y Rojas,
conde de La Gomera ,
logró de Jacques Sourie la entrega de los 28 miembros de la tripulación y
pasajeros lusitanos que tenía prisioneros. Cuando llegaron estos hombres a
Funchal, relataron minuciosamente al jesuita P. Pedro Díaz lo ocurrido a bordo
de la nave portuguesa. Todo fue recogido en “La Relación del
martirio del padre Ignacio de Azevedo y sus compañeros”.
El
Papa Benedicto XIV en su Bula del 21 de Septiembre de 1742, reconoció el
martirio de los cuarenta jesuitas “conocidos por antonomasia con el nombre
de Mártires de Tazacorte”.
El
11 de mayo de 1854 el Papa Pío IX los beatificó y en el santoral católico
aparece reflejada esta festividad el 15 de Julio.
Aunque
en Torrijos no trascendieron las noticias de todos estos hechos.
Fue
en Mayo de 1886, con motivo de las fiestas en honor del Santísimo Cristo de la
Sangre, cuando el P. Julian Curiel, rector del colegio de la Compañía de Jesús
en Talavera de la Reina, dio a conocer entre los torrijeños la figura del Beato
Francisco. Célebre fue el sermón pronunciado por el P. Curiel, resaltando las
cualidades y valores de nuestro ilustre paisano, pidiendo a todos la ayuda
económica necesaria para realizar una talla de madera del Beato.
Además,
se estuvieron recogiendo firmas para solicitar del Vaticano la aprobación
canónica del culto en nuestro pueblo de la imagen del Beato, al igual que se
había concedido a la Compañía de Jesús.
Con
lo recaudado por los fieles, se adquirió una imagen de talla del Beato en un
taller de Barcelona que llegó a costar 400 pesetas.
La
imagen del Beato Francisco Pérez de Godoy fue colocada para el culto público en
una de las hornacinas laterales del retablo mayor de la Capilla de San Gil.
Durante
la Guerra Civil ,
la imagen del Beato sufrió la mutilación de la cabeza y los brazos,
permaneciendo apartada en una habitación de la Colegiata.
En
el año 1952, siendo alcalde de la Villa D.
Roberto Barthe Pastrana y párroco D. Alejandro Corral
Olariaga se colocó la primera piedra de la iglesia del nuevo barrio de
Torrijos, la Colonia
Gatell , por el obispo auxiliar de la Diócesis, monseñor
Miranda.
En
1966, D. Anastasio Granados, Obispo Auxiliar de Toledo, consagró la Iglesia de
las Colonias bajo la advocación del Beato Francisco Pérez de Godoy, cuya imagen
preside el Altar Mayor.
En
la actualidad, y en recuerdo de los Mártires de Tazacorte, se han colocado
cuarenta cruces en el fondo del mar, donde se cree que fueron arrojados los
jesuitas.
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