Porque,
aunque Miguel Ángel Ruiz-Ayúcar Alonso, nació en la villa abulense de Arévalo,
vivió toda su vida en Torrijos y aquí, en su “pueblo de corazón”, discurrieron
los pasajes más importantes de su existencia terrenal, de su periplo por este
mundo que, se nos antoja harto corto; pero los designios del Todopoderoso,
siempre inescrutables, aunque suene a manido tópico, así lo quisieron…
Permíteme,
querido Miguel Ángel, desde ese Cielo de los Hombres Buenos, que me permita
evocar algunos retazos de nuestra amistad.
Compartimos juegos, fuimos condiscípulos y
amigos en el Parvulario del Colegio “San José y Santa “Elvira”, “el Colegio de
las Monjas”; posteriormente, en lo que se denominaba Cultura General,
continuamos en la Academia “Garmar” con don Ramón; hasta que cumplimos los
nueve años, en 1952, e iniciamos en aquel inolvidable Centro Educativo Ingreso
y Primer Curso de Bachillerato. Allí recibíamos clases y “algo más” de don
Francisco, don José Patxot y de don José, tu padre, otro ser inolvidable…
De
aquella época de “Garmar” nunca olvidaré los castigos del recreo, estudiando de
pie junto al paredón del Palacio de don Pedro, entonces convento de
Concepcionistas, que amenizábamos con nuestra afición a la “arqueología
chapucera”, excavando con una “lima de jugar” en el suelo y exhumando algún que
otro hueso humano que desbordaba nuestra natural fantasía.
Desde muy pequeño siempre fuiste un tanto
romántico y enamoradizo. ¡No lo niegues…! Recuerdo que los domingos solíamos ir
al Cine Margoy, “a general”, donde te sentabas junto aquella niña pelirroja y
pecosilla, condiscípula nuestra, Maricarmen Loarce, por quien “bebías los
vientos”, creo que fue tu “primer amor”. Y en el “Margoy”, ¿cómo perderse
películas como “Duelo al Sol”, aunque fuesen calificadas con aquel nefasto 3 R,
autorizadas para mayores de veintiún años con reparos…? Bueno, después a
confesar tan “terribles pecados” con aquel sacerdote simpático y jovial, don
Mariano Retuerta Arroyo…
En el Colegio “San Pedro Apóstol”, de la
calle del Cristo, dirigido por don Alejandro Corral, cursamos Segundo y Tercero
de Bachillerato, finalizando el Bachillerato Elemental, en el nuevo “San Pedro
Apóstol” de la calle Orozco, bajo la dirección de don Miguel Rodino Mazó… Eras
uno de los alumnos más brillantes del Colegio, pero tenías una caligrafía
“endemoniada”; ya se veía, a través de ella, que “ibas para médico” como tu
padre y como tu malogrado hermano Nacho… También gozabas de “buena labia” y
sabías salir del atolladero cuando flaqueabas a la hora de contestar a alguna
pregunta o de resolver algún problema. Tenías la dialéctica precisa, “ibas para
político…”
En este período de preadolescencia fue otro
“tu amor”; pero, entiéndelo, amigo mío, no voy a desvelar la identidad de
aquella mocita que te facilitó una “foto” de carnet; pues hoy es una conocida y
venerable señora setentona, como nosotros, abuela y más que abuela…
Seguíamos
compartiendo juegos y aventuras. Por cierto, en la práctica del fútbol no
fuiste precisamente un Ronaldo – te lo digo porque te gustará que cite a la
figura de tu Real Madrid -, pero cuando organizábamos aquellos “salvajes
partidos” en el patio de recreo del Colegio “San Pedro Apóstol, en el antiguo
Jardín del Palacio, todos queríamos contar contigo, por aquellas botas
claveteadas de campamento que imponían respeto. Y no digamos nada de los
“porrazos” que nos dábamos en la explanada de la Estación con tus dichosos
patines de ruedas.
Poco
después, en 1958, llegó al Colegio un joven profesor de Educación Física
almeriense, José María Ruiz Esteban, que nos “envenenó” con el Baloncesto.
Formaste parte del “Sputnik”, equipo pionero de tal deporte en nuestra
localidad; pero no quedaste inmortalizado en la única “foto” que de tal equipo
se conserva, porque estabas fuera de Torrijos en aquel momento en que se
realizó.
Precisamente José María nos eligió para
realizar aquellos Cursos de Jefes de Centuria, en el castillo de San Servando,
fue durante la Semana Santa del citado 1958. Y jamás nos avergonzamos de
“caminar por sendas imperiales” ni de cantar el “Cara al Sol” como “cada
Quisque”. Y para la posteridad fuimos fotografiados juntos, portando los restos
mortales de caídos en el Frente Toledano al Valle de los Caídos. Era la primera
parte de nuestra particular “Memoria Histórica”…
Después nuestros destinos se bifurcaron
geográficamente. Tú te marchaste a Madrid para estudiar Medicina; yo me quedé
en Torrijos, simultaneando mis estudios de Magisterio con el trabajo en una
fábrica; pero siempre, manteniendo ininterrumpidamente los lazos de amistad
nacidos en nuestra infancia.
En tus vacaciones venidas a Torrijos,
seguíamos reuniéndonos en el Casino con nuestros amigos comunes. Llegó el
momento de la “talla” y de poner aquel polémico “Mayo”. Los “quintos de la 64”
éramos un tanto rebeldes…
Pasaron los años, asististe a mi despedida
de soltero, a mi boda; pero tú jamás tuviste vocación de “pasar por la vicaría.
Querías ser libre, vivir la vida. ¡Y a fe que supiste vivirla y disfrutarla…!
Permíteme, amigo mío, que demos un razonable
“salto en el tiempo”... Llegó la Democracia a nuestro país y las inquietudes
políticas afloraron en las dormidas conciencias de los españoles. Tú siempre
fuiste un hombre inquieto, inteligente, imaginativo, generoso, con vocación de
servicio, dotado especialmente para la actividad política; y a ella te
entregaste desde Alianza Popular y, posteriormente, desde el Partido popular,
donde desarrollarás la más brillante carrera política de nuestra Historia Local.
Sin embargo, ¡ironías del destino! ¡Quién
podría imaginar que llegaríamos a enfrentarnos “políticamente” en la Elecciones
Municipales de 1987, al encabezar ambos, respectivamente, las listas del P.P. y
del C.D.S! Bueno lo de enfrentamiento, tú lo sabes muy bien, “es un decir”; mi
Partido “estaba en horas bajas”, mi admirado líder, Adolfo Suárez, el más
grande hombre de Estado del siglo XX , no desempeñó el mismo papel como
político en la oposición, no supo “estar a las duras…” Tú indiscutible éxito en
aquellas Elecciones Municipales partía de las del pasado 1983, prolongándose
hasta tu retirada de la política municipal en 1995, para pasar a regir los
destinos de la Excelentísima Diputación Provincial durante ocho años más.
Mi primera reunión contigo, en tu Despacho,
creo fue una de las más emotivas y gratificantes que hemos compartido.
Recibiste una llamada de un conocido industrial hostelero, ya fallecido, en la
que te comunicaba, telefónicamente, que había identificado los restos de su
padre, fusilado junto a otros treinta y nueve y arrojado al pozo del Camino de
la Vega. Habías ordenado, “contra viento y marea”, su exhumación y traslado al
Cementerio Municipal. ¡Te anticipabas en más de veinte años, sin
“politiquerías” ni alharacas a la tan traída y llevada “Memoria Histórica”!
¡Era la segunda parte de aquel capítulo que vivimos juntos en la Semana Santa
de 1958!
Siempre desde la “leal oposición”, nunca
sectaria ni sistemática, mantuvimos las lógicas discrepancias, pero jamás hubo
enfados entre nosotros. Acabábamos las comisiones y los plenos, reuniéndonos en
la desaparecida cafetería “California” al amparo de las cañas de cerveza,
pagadas “a escote”…
En temas de relevancia, nuestra coincidencia
fue total. De una larga lista de los mismos, sirvan de referencia:
En Cultura: Compra del antiguo
Palacio de don Pedro a las Hermanas Concepcionistas. Impulso de actividades
culturales de la entonces Casa de Cultura. Ayudas a las Asociaciones Culturales
y Peñas.
En Urbanismo: Remodelación de la
Plaza de las Colonias. Proyecto del paso peatonal hacia dicho barrio. Estación
de Autobuses.
Deportes: Ayuda económica y de
material a los distintos clubes (fue “la Belle Époque” del Deporte Torrijeño).
Creación del Patronato Deportivo Municipal (P.D.M.).
Sanidad y Bienestar Social: Campañas
de Prevención de Drogodependencias. Primeras gestiones para la creación de un
Centro de Salud. Ayudas a los colectivos sociales más necesitados.
Orden Público y Seguridad Ciudadana:
Creación de la Junta Local de Seguridad.
Mi mayor satisfacción tras mi breve periplo
por la política municipal fue cuando me calificaste de “amigo leal”. Luego,
seguiste prodigándome afecto y atenciones. Nunca llegaste a comprender mi
marcha definitiva del mundo de la política. Siempre te agradecí y agradeceré
tus sinceros y ofrecimientos…
Y como prometí ayudarte desde fuera, acepté,
con gran ilusión, que me nombraras Gerente del Patronato Deportivo Municipal.
¡Ah, por cierto, el Ayuntamiento que tú presidías aún me adeuda diez pesetas;
una por cada año que serví al Deporte Torrijeño y a la Institución Municipal en
tal responsabilidad!
Mas, pasemos del yo al nosotros, de mi
reconocimiento y gratitud personal, que me acompañará mientras viva, hasta tu
impagable ayuda a la Asociación que me digno en presidir, la Asociación “Amigos
de la Colegiata de Torrijos”, de la que tú formabas parte en calidad de Socio
de Honor. Vayamos por partes y enumeremos algunos de tus impagables favores,
prodigados generosamente desde tus responsabilidades políticas como Alcalde del
Excmo. Ayuntamiento de Torrijos y Presidente de la Excma. Diputación
Provincial:
- Edición del libro “Torrijos, perfiles
históricos”, nuestro primer trabajo de investigación histórica sobre nuestro
pueblo, que tú recibiste con entusiasmo y te comprometiste a su publicación. -
¡Justi y yo, guardamos como una joya, el
ejemplar lujosamente encuadernado en piel que nos regalaste en la Navidad de
1997! - ¡Eso sí y no es reprochable, sino digno de elogio, cuando nos sugeriste
incluyéramos un capítulo dedicado a la Historia del Siglo XX Torrijeño. Te
insistimos muy mucho que omitiríamos los acontecimientos relacionados con la
“Guerra Incivil”, pues considerábamos que, por entonces, no había que
“tocallos” ni “meneallos” pero sí “enmendallos”. Y nos facilitaste datos sobre
el ilustre torrijeño Antonio Pau para incluir una breve semblanza de su
brillante carrera en el capítulo de “Torrijeños ilustres en las Instituciones
Democráticas”
E igual generosidad mostraste con la
publicación de los libros “María López de Sarria, la Varela” y “La Colegiata de
Torrijos”. Fueron 3.500 los ejemplares editados de este libro, que prologaste
brillantemente. ¡Demasiados para el “comercio bibliográfico local…!
El Palacio de don Pedro fue rescatado de la
“inmisericorde piqueta” y de la especulación de los “intereses mercantilistas”
por obra y gracia de tu sensibilidad y amor por el Arte y la Historia de
Torrijos. Sí, sí, contaste, como Jesús de Nazaret, con otro “Precursor”, que
fue tu hermano Jesús María, que nos precedió en su defensa a ultranza. Pero sin
ti, sin tú decidida apuesta por comprarlo, conservarlo y restaurarlo
convenientemente - ¡eso es “otra historia” en la que este “cabezota” discrepaba
contigo – este hermoso monumento, orgullo de nuestro pueblo, no existiría como
tal…
¡Y
qué decir de la Colegiata y de su restauración…! ¡Huelgan comentarios, cuando
hablan las obras, las buenas obras, que esas sí que son amores…!
¡Cómo y con qué pagarte aquella “bendita
mano” que, tan oportunamente, nos echaste ante la “dilación” de la firma imprescindible
de Monseñor Asenjo Pelegrina del documento preciso para el cobro de la
subvención que la Junta de Comunidades nos
demandaba…! ¡Suponían 2.000 euros “del ala”! ¡“Ahí es na”…!
Después contribuiste decididamente al
nacimiento de nuestra “Cañada Real”. Curiosamente, la presentación de dicha revista,
a primeros de julio de 2003, en su primer número dedicado al V Centenario de
don Gutierre de Cárdenas, no resultó del agrado de ciertos miembros del
Gobierno Municipal que lo consideraron un acto de exaltación del PP. Era el día
previo a tu definitivo abandono de la política activa. ¡Pelillos a la mar…!,
conforme tú solías decir.
Desde entonces siempre hemos contado con tu
apoyo, consejos y ánimos. Y así, hasta ese, para todos los que te conocimos,
tristísimo domingo 17 de noviembre, en que el Señor te llamó junto a Él.
Nos sentimos huérfanos de tu buen hacer, de
tu hombría de bien, de tu espíritu generoso, siempre entregado y al servicio de
los demás. Dejaste entre los que tuvimos la fortuna de conocerte y tratarte una
huella imborrable, un recuerdo imperecedero, unidos a nuestra más sincera y profunda
gratitud y cariño.
¡Descansa en paz, amigo Miguel Ángel…!
Julio Longobardo Carrillo