viernes, 17 de enero de 2014

REQUIEM POR UN TORRIJEÑO DE EXCEPCIÓN


Porque, aunque Miguel Ángel Ruiz-Ayúcar Alonso, nació en la villa abulense de Arévalo, vivió toda su vida en Torrijos y aquí, en su “pueblo de corazón”, discurrieron los pasajes más importantes de su existencia terrenal, de su periplo por este mundo que, se nos antoja harto corto; pero los designios del Todopoderoso, siempre inescrutables, aunque suene a manido tópico, así lo quisieron…

    Permíteme, querido Miguel Ángel, desde ese Cielo de los Hombres Buenos, que me permita evocar algunos retazos de nuestra amistad.

    Compartimos juegos, fuimos condiscípulos y amigos en el Parvulario del Colegio “San José y Santa “Elvira”, “el Colegio de las Monjas”; posteriormente, en lo que se denominaba Cultura General, continuamos en la Academia “Garmar” con don Ramón; hasta que cumplimos los nueve años, en 1952, e iniciamos en aquel inolvidable Centro Educativo Ingreso y Primer Curso de Bachillerato. Allí  recibíamos clases y “algo más” de don Francisco, don José Patxot y de don José, tu padre, otro ser inolvidable…

    De aquella época de “Garmar” nunca olvidaré los castigos del recreo, estudiando de pie junto al paredón del Palacio de don Pedro, entonces convento de Concepcionistas, que amenizábamos con nuestra afición a la “arqueología chapucera”, excavando con una “lima de jugar” en el suelo y exhumando algún que otro hueso humano que desbordaba nuestra natural fantasía.

  Desde muy pequeño siempre fuiste un tanto romántico y enamoradizo. ¡No lo niegues…! Recuerdo que los domingos solíamos ir al Cine Margoy, “a general”, donde te sentabas junto aquella niña pelirroja y pecosilla, condiscípula nuestra, Maricarmen Loarce, por quien “bebías los vientos”, creo que fue tu “primer amor”. Y en el “Margoy”, ¿cómo perderse películas como “Duelo al Sol”, aunque fuesen calificadas con aquel nefasto 3 R, autorizadas para mayores de veintiún años con reparos…? Bueno, después a confesar tan “terribles pecados” con aquel sacerdote simpático y jovial, don Mariano Retuerta Arroyo…

  En el Colegio “San Pedro Apóstol”, de la calle del Cristo, dirigido por don Alejandro Corral, cursamos Segundo y Tercero de Bachillerato, finalizando el Bachillerato Elemental, en el nuevo “San Pedro Apóstol” de la calle Orozco, bajo la dirección de don Miguel Rodino Mazó… Eras uno de los alumnos más brillantes del Colegio, pero tenías una caligrafía “endemoniada”; ya se veía, a través de ella, que “ibas para médico” como tu padre y como tu malogrado hermano Nacho… También gozabas de “buena labia” y sabías salir del atolladero cuando flaqueabas a la hora de contestar a alguna pregunta o de resolver algún problema. Tenías la dialéctica precisa, “ibas para político…”

   En este período de preadolescencia fue otro “tu amor”; pero, entiéndelo, amigo mío, no voy a desvelar la identidad de aquella mocita que te facilitó una “foto” de carnet; pues hoy es una conocida y venerable señora setentona, como nosotros, abuela y más que abuela…  

   Seguíamos compartiendo juegos y aventuras. Por cierto, en la práctica del fútbol no fuiste precisamente un Ronaldo – te lo digo porque te gustará que cite a la figura de tu Real Madrid -, pero cuando organizábamos aquellos “salvajes partidos” en el patio de recreo del Colegio “San Pedro Apóstol, en el antiguo Jardín del Palacio, todos queríamos contar contigo, por aquellas botas claveteadas de campamento que imponían respeto. Y no digamos nada de los “porrazos” que nos dábamos en la explanada de la Estación con tus dichosos patines de ruedas.

   Poco después, en 1958, llegó al Colegio un joven profesor de Educación Física almeriense, José María Ruiz Esteban, que nos “envenenó” con el Baloncesto. Formaste parte del “Sputnik”, equipo pionero de tal deporte en nuestra localidad; pero no quedaste inmortalizado en la única “foto” que de tal equipo se conserva, porque estabas fuera de Torrijos en aquel momento en que se realizó.

  Precisamente José María nos eligió para realizar aquellos Cursos de Jefes de Centuria, en el castillo de San Servando, fue durante la Semana Santa del citado 1958. Y jamás nos avergonzamos de “caminar por sendas imperiales” ni de cantar el “Cara al Sol” como “cada Quisque”. Y para la posteridad fuimos fotografiados juntos, portando los restos mortales de caídos en el Frente Toledano al Valle de los Caídos. Era la primera parte de nuestra particular “Memoria Histórica”…

   Después nuestros destinos se bifurcaron geográficamente. Tú te marchaste a Madrid para estudiar Medicina; yo me quedé en Torrijos, simultaneando mis estudios de Magisterio con el trabajo en una fábrica; pero siempre, manteniendo ininterrumpidamente los lazos de amistad nacidos en nuestra infancia.

   En tus vacaciones venidas a Torrijos, seguíamos reuniéndonos en el Casino con nuestros amigos comunes. Llegó el momento de la “talla” y de poner aquel polémico “Mayo”. Los “quintos de la 64” éramos un tanto rebeldes…

   Pasaron los años, asististe a mi despedida de soltero, a mi boda; pero tú jamás tuviste vocación de “pasar por la vicaría. Querías ser libre, vivir la vida. ¡Y a fe que supiste vivirla y disfrutarla…!

   Permíteme, amigo mío, que demos un razonable “salto en el tiempo”... Llegó la Democracia a nuestro país y las inquietudes políticas afloraron en las dormidas conciencias de los españoles. Tú siempre fuiste un hombre inquieto, inteligente, imaginativo, generoso, con vocación de servicio, dotado especialmente para la actividad política; y a ella te entregaste desde Alianza Popular y, posteriormente, desde el Partido popular, donde desarrollarás la más brillante carrera política de nuestra Historia Local.

   Sin embargo, ¡ironías del destino! ¡Quién podría imaginar que llegaríamos a enfrentarnos “políticamente” en la Elecciones Municipales de 1987, al encabezar ambos, respectivamente, las listas del P.P. y del C.D.S! Bueno lo de enfrentamiento, tú lo sabes muy bien, “es un decir”; mi Partido “estaba en horas bajas”, mi admirado líder, Adolfo Suárez, el más grande hombre de Estado del siglo XX , no desempeñó el mismo papel como político en la oposición, no supo “estar a las duras…” Tú indiscutible éxito en aquellas Elecciones Municipales partía de las del pasado 1983, prolongándose hasta tu retirada de la política municipal en 1995, para pasar a regir los destinos de la Excelentísima Diputación Provincial durante ocho años más.

   Mi primera reunión contigo, en tu Despacho, creo fue una de las más emotivas y gratificantes que hemos compartido. Recibiste una llamada de un conocido industrial hostelero, ya fallecido, en la que te comunicaba, telefónicamente, que había identificado los restos de su padre, fusilado junto a otros treinta y nueve y arrojado al pozo del Camino de la Vega. Habías ordenado, “contra viento y marea”, su exhumación y traslado al Cementerio Municipal. ¡Te anticipabas en más de veinte años, sin “politiquerías” ni alharacas a la tan traída y llevada “Memoria Histórica”! ¡Era la segunda parte de aquel capítulo que vivimos juntos en la Semana Santa de 1958!

   Siempre desde la “leal oposición”, nunca sectaria ni sistemática, mantuvimos las lógicas discrepancias, pero jamás hubo enfados entre nosotros. Acabábamos las comisiones y los plenos, reuniéndonos en la desaparecida cafetería “California” al amparo de las cañas de cerveza, pagadas “a escote”…

   En temas de relevancia, nuestra coincidencia fue total. De una larga lista de los mismos, sirvan de referencia:
   
    En Cultura: Compra del antiguo Palacio de don Pedro a las Hermanas Concepcionistas. Impulso de actividades culturales de la entonces Casa de Cultura. Ayudas a las Asociaciones Culturales y Peñas.

    En Urbanismo: Remodelación de la Plaza de las Colonias. Proyecto del paso peatonal hacia dicho barrio. Estación de Autobuses.

    Deportes: Ayuda económica y de material a los distintos clubes (fue “la Belle Époque” del Deporte Torrijeño). Creación del Patronato Deportivo Municipal (P.D.M.).

   Sanidad y Bienestar Social: Campañas de Prevención de Drogodependencias. Primeras gestiones para la creación de un Centro de Salud. Ayudas a los colectivos sociales más necesitados.

   Orden Público y Seguridad Ciudadana: Creación de la Junta Local de Seguridad.

   Mi mayor satisfacción tras mi breve periplo por la política municipal fue cuando me calificaste de “amigo leal”. Luego, seguiste prodigándome afecto y atenciones. Nunca llegaste a comprender mi marcha definitiva del mundo de la política. Siempre te agradecí y agradeceré tus sinceros y ofrecimientos…

   Y como prometí ayudarte desde fuera, acepté, con gran ilusión, que me nombraras Gerente del Patronato Deportivo Municipal. ¡Ah, por cierto, el Ayuntamiento que tú presidías aún me adeuda diez pesetas; una por cada año que serví al Deporte Torrijeño y a la Institución Municipal en tal responsabilidad!

   Mas, pasemos del yo al nosotros, de mi reconocimiento y gratitud personal, que me acompañará mientras viva, hasta tu impagable ayuda a la Asociación que me digno en presidir, la Asociación “Amigos de la Colegiata de Torrijos”, de la que tú formabas parte en calidad de Socio de Honor. Vayamos por partes y enumeremos algunos de tus impagables favores, prodigados generosamente desde tus responsabilidades políticas como Alcalde del Excmo. Ayuntamiento de Torrijos y Presidente de la Excma. Diputación Provincial:

    - Edición del libro “Torrijos, perfiles históricos”, nuestro primer trabajo de investigación histórica sobre nuestro pueblo, que tú recibiste con entusiasmo y te comprometiste a su publicación. - ¡Justi y yo, guardamos como una joya,  el ejemplar lujosamente encuadernado en piel que nos regalaste en la Navidad de 1997! - ¡Eso sí y no es reprochable, sino digno de elogio, cuando nos sugeriste incluyéramos un capítulo dedicado a la Historia del Siglo XX Torrijeño. Te insistimos muy mucho que omitiríamos los acontecimientos relacionados con la “Guerra Incivil”, pues considerábamos que, por entonces, no había que “tocallos” ni “meneallos” pero sí “enmendallos”. Y nos facilitaste datos sobre el ilustre torrijeño Antonio Pau para incluir una breve semblanza de su brillante carrera en el capítulo de “Torrijeños ilustres en las Instituciones Democráticas”

    E igual generosidad mostraste con la publicación de los libros “María López de Sarria, la Varela” y “La Colegiata de Torrijos”. Fueron 3.500 los ejemplares editados de este libro, que prologaste brillantemente. ¡Demasiados para el “comercio bibliográfico local…!

    El Palacio de don Pedro fue rescatado de la “inmisericorde piqueta” y de la especulación de los “intereses mercantilistas” por obra y gracia de tu sensibilidad y amor por el Arte y la Historia de Torrijos. Sí, sí, contaste, como Jesús de Nazaret, con otro “Precursor”, que fue tu hermano Jesús María, que nos precedió en su defensa a ultranza. Pero sin ti, sin tú decidida apuesta por comprarlo, conservarlo y restaurarlo convenientemente - ¡eso es “otra historia” en la que este “cabezota” discrepaba contigo – este hermoso monumento, orgullo de nuestro pueblo, no existiría como tal…

    ¡Y qué decir de la Colegiata y de su restauración…! ¡Huelgan comentarios, cuando hablan las obras, las buenas obras, que esas sí que son amores…!

    ¡Cómo y con qué pagarte aquella “bendita mano” que, tan oportunamente, nos echaste ante la “dilación” de la firma imprescindible de Monseñor Asenjo Pelegrina del documento preciso para el cobro de la subvención que  la Junta de Comunidades nos demandaba…! ¡Suponían 2.000 euros “del ala”! ¡“Ahí es na”…!

  Después contribuiste decididamente al nacimiento de nuestra “Cañada Real”. Curiosamente, la presentación de dicha revista, a primeros de julio de 2003, en su primer número dedicado al V Centenario de don Gutierre de Cárdenas, no resultó del agrado de ciertos miembros del Gobierno Municipal que lo consideraron un acto de exaltación del PP. Era el día previo a tu definitivo abandono de la política activa. ¡Pelillos a la mar…!, conforme tú solías decir.

     Desde entonces siempre hemos contado con tu apoyo, consejos y ánimos. Y así, hasta ese, para todos los que te conocimos, tristísimo domingo 17 de noviembre, en que el Señor te llamó junto a Él.

    Nos sentimos huérfanos de tu buen hacer, de tu hombría de bien, de tu espíritu generoso, siempre entregado y al servicio de los demás. Dejaste entre los que tuvimos la fortuna de conocerte y tratarte una huella imborrable, un recuerdo imperecedero, unidos a nuestra más sincera y profunda gratitud y cariño.

   ¡Descansa en paz, amigo Miguel Ángel…!


Julio Longobardo Carrillo