Óleo sobre lienzo
El cuadro representa a los santos hermanos Cosme y Damian, cirujanos, que ejercían gratuitamente su profesión, por lo que fueron llamados “anárgiros” (enemigos del dinero”. Por su acendrada fe cristiana murieron decapitados en Tiro de Éufrates (Siria), en el año 295 d.C., por mandato del procónsul Lisias, durante el Imperio de Diocleciano. Su festividad se celebra el 26 de septiembre y son patronos del gremio de médicos y cirujanos.
El lienzo que se conserva en la Colegiata del Santísimo Sacramento de Torrijos nos muestra a los dos santos realizando un estudio anatómico del cadáver de una joven, que aparece medio tendido y desnudo de busto, sobre una tarima de madera. La mitad inferior del brazo derecho de la joven ha sido objeto de la disección por parte de San Damián. La cabeza del cadáver cae en escorzo sobre el borde de la tarima.
San Cosme se halla a la derecha del espectador, es más alto que su hermano y de mayor edad. Dirige su mirada hacia el frente y viste un amplio manto marrón claro, sujetando con su mano izquierda un orinal o vasija de vidrio transparente para analizar el color y los posos de la orina del enfermo.
San Damián está a la izquierda del espectador. Viste túnica marrón y manto rojo anaranjado. Inclina su cabeza mirando a la joven y empuña un bisturí con su mano izquierda, mientras que en su mano derecha el orinal como San Cosme. Ambos santos van tocados con el bonete característico de su profesión, recordando la tabla de Jaime Huguet, del retablo de Tarrasa (finales del siglo XV).
Es interesante el estudio anatómico de la joven cuyo cadáver yace entre los dos cirujanos. La escena carece del mínimo dramatismo y simbolismo religioso.
La luz incide desde la izquierda del espectador, iluminando las figuras centrales de la composición y dejando en penumbra el resto conforme al tratamiento del claroscuro tenebrista. La perspectiva de las baldosas del pavimento de la estancia contribuye a causar mayor sensación de profundidad espacial.
Dominan los tonos cálidos en esta composición.
En cuanto a la adjudicación de la autoría de la obra hay dos opiniones. D. Angulo Íñiguez y Alfonso E. Pérez Sánchez la atribuyen a Pedro Orrente y su escuela. Sin embargo, nuestro amigo, el tristemente malogrado Pablo Peñas Serrano, que lo estudió en septiembre de 1997, se lo adjudicaba a Luis Tristán con una amplia intervención de su taller. Pensaba se trataba de una obra tardía del maestro toledano, una vez imbuido del naturalismo de la Escuela de Caravaggio tras su viaje a Nápoles.
Nosotros siempre hemos apoyado las tesis de Peñas Serrano y, en este sentido, hemos estudiado muchas de sus obras, y realizando un análisis comparativo de las más representativas de su época más tardía.
No cabe duda que Tristán, en el lienzo torrijeño, ha superado la fase final del manierismo, heredado de su maestro el Greco, y se orienta hacia un plasticismo robusto y de mayor adhesión a la realidad visual. De hecho, la figura desnuda que se halla a los pies de los Santos Médicos es similar en su fisionomía a la del San Sebastián de la Catedral de Toledo, a la de San Juan Bautista del Palacio Arzobispal y a la del joven moribundo del lienzo de “La ronda de pan y huevo” del Museo de Santa Cruz.
Con este último cuadro hay evidentes similitudes que van desde la gama de colores terrosos de ocres, rojizos, marrones, pasando por el estudio anatómico de los modelos que muestran alguna desnudez y en los forzados escorzos de los mismos. El modelo del sacerdote que asiste al joven del cuadro es muy semejante al de San Cosme. No obstante, convendría matizar que en la composición torrijeña la pincelada nerviosa característica del estilo del maestro se atempera considerablemente, y que el dramatismo escénico de muchas de sus composiciones no se pone de manifiesto aquí.
El lienzo fue restaurado por nuestra asociación a finales del año 2005, de mano de la restauradora torrijeña Carmen Palomo López.
Revisado el archivo parroquial, la primera noticia sobre el lienzo aparece en 1826, en el inventario realizado por la unificación de la parroquia de San Gil en la Colegiata del Santísimo Sacramento, al encontrarse la primera en ruinas.
Lo curioso es que no hay rastro del lienzo ni en un inventario de 1716 de la Colegiata ni en otro de 1810 de San Gil. Dada la proximidad de fechas del inventario de San Gil de 1810 con el inventario de la reunificación de 1826, es muy probable que el lienzo perteneciera a la Colegiata, y que fuera comprado por el cabildo o “donado” por algún capellán entre 1716 y 1826.
Error, el cuadro que nos presentan, esta mal interpretado, pues muestra más bien la escena cuando San Cosme y San Damian, le amputaron una pierna a un cadáver recién sepultado, para ponérsela a un sacristán enfermo, que atendía su basílica, tal y como se narra el milagro en este sitio:
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