Uno
de los objetivos fundamentales que justificaron y justifican la “razón de ser y
estilo vital” de la Asociación “Amigos de la Colegiata” es la recuperación,
conservación y permanente defensa del rico Patrimonio Artístico e Histórico de
nuestra villa de Torrijos, y a él nos hemos entregado firme y decididamente; en
lo que algunos califican contando con
todo nuestro respeto y reconocimiento – de “misión quijotesca y hasta
temeraria”…
Esta
Asociación, nacida con clara vocación de servicio, no sólo se define como
apolítica y aconfesional, sino que, permanentemente cumple dichas premisas;
aunque ello conlleve las inherentes críticas e incomprensiones de quienes no
comprenden que nuestro único e inquebrantable compromiso moral gira en torno a
los intereses culturales de este pueblo de Torrijos y de sus gentes.
Podemos
presumir y presumimos, con las suficientes dosis de humildad, del espíritu
independiente que nos anima a seguir adelante con nuestros proyectos y asumimos
el “coste” que dicho carácter conlleva. Y, con la ilusión y fuerza moral que
nos insufla el respaldo y ánimo de muchos torrijeños, soportamos “nuestros
trabajos y nuestros días” en aras de compartir el amor a nuestro pueblo;
sentimiento que algunos – sean tirios o troyanos – denominaron en su día
“torrijeñismo”, y que nosotros nos permitimos definir como “pasión por lo
torrijeño”…
Aunque
suene a manido tópico “conocer es amar” y, a la búsqueda de tal conocimiento
encauzado a la investigación de la Historia e Intrahistoria de nuestro pueblo,
siguiendo unos concretos planteamientos y fines didácticos, hemos dedicado gran
parte de “nuestros trabajos y nuestros días”. Y siempre hemos buscado conjugar
la “Recuperación Patrimonial Material”: “obras son amores, que no buenas
razones”, – prolijo sería detallarlas – en cuyos logros Instituciones,
Asociaciones y pueblo compartimos protagonismo, con otra cara de la misma
moneda: estudiar y dar a conocer el Patrimonio Inmaterial, en el que la citada
Intrahistoria Torrijeña ocupa un lugar preeminente. Y de ésta tratan muy
especialmente tres de nuestros treinta y ocho libros: “Torrijos, perfiles
históricos” (agotado), “Cuando Torrijos era aún pueblo” (agotado) y “Dos siglos
de Canciones Populares Torrijeñas” (casi agotado).
Si
sorprendente fue la acogida de los 1.700 ejemplares del primero de nuestros
libros, no lo fue menos la de “Cuando Torrijos era aún pueblo”, cuyos 500
ejemplares se agotaron en menos de quince días de su presentación.
Sin
que ello suponga el más mínimo atisbo de crítica al interés cultural de la
sociedad torrijeña, nuestra experiencia nos permite afirmar que la “cota
editorial máxima” es de unos 500 ejemplares, siendo lo más recomendable la
cifra de trescientos.
El
porqué del “boom” del libro “Cuando Torrijos era aún pueblo” puede hallar
explicación en que – sin que nadie se ofenda; nada más ajeno a nuestra voluntad
– los “autoconsiderados” torrijeños de toda la vida” – sólo un cuarenta por
ciento de los mismos supera la descendencia de cuatro generaciones – se sienten
identificados con esas rotundas páginas de “Intrahistoria” que rezuman
generosamente las páginas del libro: costumbres, tradiciones, fiestas
populares, deportes y juegos populares, celebraciones religiosas, apodos o
motes, como señas de identidad; folclore, gastronomía; sin olvidar el rico
léxico o habla popular de Torrijos y su Comarca, en la que nuestro pueblo
desempeñó el importante papel de “crisol lingüístico”, que aglutinó e hizo
propias las “hablas comarcanas” y las influencias de los flujos migratorios
llegados a nuestra villa.
Precisamente,
uno de los capítulos más curiosos del libro e el final, intitulado: “Glosario
de “torrijeñismos” y otros “palabros” comarcanos usados en nuestra habla”,
en el que hemos recopilado más de tres mil vocablos y giros lingüísticos del
habla popular torrijeña, aún utilizados por parte de nuestros mayores.
Recopilar
términos lingüísticos, ora arcaicos, ora populares – que no vulgarismos – que
han servido, básicamente, de vehículo de comunicación verbal entre nuestras
gentes, ha sido tarea relativamente fácil y gratificante sobremanera. Sólo ha
sido preciso disponer de una mínima capacidad de observación, algo de memoria y
unas buenas dosis de amor por nuestra cultura y tradiciones; pero, sobre todo,
saber escuchar. Contábamos, evidentemente, con la indudable ventaja de haber
ido acumulando un importante bagaje del léxico que utilizaban e incluso
utilizan nuestros mayores, auténticas “enciclopedias del saber y filosofía
populares”. Y, pacientemente, fuimos recopilando términos, ora arcaicos como
aquel “entiguar”, sinónimo de la locución adverbial local “en vez de”, ora
modernos y actuales como “sin en cambio”, equivalente a “sin embargo”.
Y
nos hemos permitido aplicar “los palabros” en una versión libre del famoso
cuento de Charles Perrault, “Caperucita Colorá”.
“Érase
que se era una rapazuela chiquilicuatre, pisca engurrumía, miaja sabaleta y
sabidonda, de tez amoruchá, pelirrufa, de ojos pitiñosos y miaja bocarraná.
Como
su madre, la señá Ugeña, le había ingeniao una capa colorá de un viejo sayo,
los chachos la llamaron Caperucita Colorá, por custión de que “lo rojo” estaba
muy mal visto en aquellos tiempos.
Caperucita
– “Cape” pa los amigos – vivía en “Las Maquedas”, con su madre, en una casita
cuchambrosa y casi desfaratá. Como s´habían quedao a rial y media manta, su
padre, antaño curracanero; hogaño se había pirao a las Alemañas, pa agenciarse
posibles. Así que, como la ocasión la pintan calva, un buen día cogió el tole
tole, uséase el pelendengue y se fue
p´allá.
“Cape”
tenía una agüelita que vivía en Barcience desde la época de los Taramonas. La
pobre era más vieja que el tío Cachiche y, aunque estaba amojamá, acartoná,
apilongá y avellaná, se encontraba, amás, mu guadralbillá, amantoná, amuermá,
amuercá, amurriá y amojiná, por custión del andancio.
-¡Anda,
“Cape”, ven aquíle, coge una banasteja y enllénala con unos albaritos y
malacatones maúros de La Puebla, y una aguas de cojón de gato. Entiguar del
pastel que me sa socarrao, apontoca unos pestiños, media libra de Chocolate
Marrón, de Juensalida, un cacho de piñonate de La Mata, unos arripapalos de
Gerindote y una botella de quina “Santa Catalina”, qu´es midicina y es
golosina. To eso, se lo ties que llevar a la agüelita qu´está mu guadralbillá,
amantoná, amuermá, amuercá, amurriá y amojiná. Yo no puedo dil porque voy a
jalbegar el testero pa la Feria.
-
¡Jo, macagüen, ya me l´has entoligao, mami – reguñó por lo bajini la
morconcilla.
-¡”Cape”, no me contestes, no me contestes; no
sea que hogaño te quedes sin enferiar…!
La
amenaza fue mano de santo y Caperucita aplicó el cuento, aunque con la jeta mu
arrugueteá.
Una
vez enllena la banasta con los avíos u apañejos, la rapaza se despidió de su
madre, no sin antes tener que escuchar los monsergos de la señá Ugeña.
-
¡”Cape”, no te aparranes con la Panparrulla, ni con los fantasmas, ni con el
tío Carriches, ni con Quilino, aunque tenga más barbas que Carlitos; pero tate
con el lobo Bolo Blas que, aunque paice más bolo que Cherengue, que Anchuras y
que Abundio; más loco que Pinares y más tontuso que un civil de cartón, es un
chichiribaile, rutimangas, pirracas, gaspachero y cucharetero de cuidiao. Y
sobre to, tie mu mal cáriate…!
-¡Tate
escuidiá, madre, m´apertrecharé contri ese tirillas asilvestrao! – respondió
decidida Caperucita.
La
señá Ugeña sacó de la faltriquera un rialillo y se lo entregó a su hija.
-
¡Toma, “Cape”, p´a te merques en ca la tía Anita una almuerza de pipas p´al
camino!
Y
vela aquíle cómo nuestra heroína coge el pelendengue, u séase el tole tole, y
se va que se las pela caminito de Jerez – perdón de Barcience - . La pispaja
camina tan campante, mientras canta la coplilla de moda, aprendida de sus
compañeros de la Escuela Villa, donde dice el refrán que dan pan y tortilla:
“Los ratones de mi
casa
han cogío la
costumbre
de arrascarse los
coj…s
con el gancho de la
lumbre…
Que una y una,
dos;
Que dos y una
tres.
Que toma la palanca y
toma,
la palanca y toma
la palanca y ven…”
Entonando
tan dulce y melodiosa cancioncilla, “Cape” recorrió el pueblo de Torrijos de
punta a rabo, no in antes mercarse el rialillo de pipas. Cogió la carretera de
Toledo y, al llegar a la güerta de los Paculines, oyó una voz que la dejó
aturullá y cuasi acarajotá:
-¡Apárate
y aspera, “Cape”…! ¿Ónde vas…? – preguntó el lobo Bolo Blas que era más feo que
un abisinio y más cucharetero, gaspachero y chinchorrero que la tía Mereja.
-
¡Pos ancá mi agüelita qu está mu guadalbrillá, amantoná, amuermá, amuercá,
amurriá y amojiná!
-¡Claro,
– exclamó Bolo Blas- es que tu agüela tie más años que e tío Cachiche…!
-
¡Y dale con la varita y con la rutimanga del tío Cachiche. Ya estamos con la
tema…! – se enfurruñó una miaja Caperucita.
Y
el chichiribaile del lobo, que no perdía ripio a la banasta le preguntó a la
niña:,
-
Anda, morconzuela, ¿c´apaños ties en esa banasteja…?
-
¡Pos liquela, Bolo Blas, unos albaritos y malacatones maúros de La Puebla, unas
uguas, unos pestiños, unos arripapalos de Gerindote, media libra de Chocolate
Marrón, un cacho piñonate de La Mata y una botella de quina “Santa Catalina”,
qués medicina y es golosina! – recitó con su voz cantarina de niña de San
Ildefonso la inefable “Cape”.
-
¡Pos ya ves, “Cape”, apuritamente yo vo a dil pa Barcience a cazar una liebre y
a jalármele, pos estoy lampando y pasando más gazuza que los milanos de Alita!
¿Por ande nos vamos, “Cape”, por el Camino Viejo o por la carretera de Toledo?
– preguntó Bolo Blas, deseoso de ir a la vera de la zagaleja por ver si
entrampillaba o repelaba una porción de los avíos deliciosos que contenía la
banasta y que tan buen fato le daban.
-
¡Por onde tú no vayas, porque mi madre me ha asermonao que no tenga cuidiao de
la Pamparrulla, de las pantasmas, ni del tío Carriches, ni de Quilino, aunque
tenga más barbas que Carlitos; pero tate contigo, porque aunque paices más bolo
que Cherengue, que Anchuras y que Abundio; más loco que Pinares y más contuso
que un civil de cartón, eres un chichiribaile, rutimangas, pirracas y
cucharetero de cuidiao y ties mu mal carite…!
-
¡Pues mía quién fue a hablar…! ¡Anda,
apártate, que me tisnas, dijo la sartén al cazo! – reguñó el lobo Bolo Blas.
-
¡Cate, chori, que t´endiño un crujío con la banasta que t´apaño el gabán, so
bigardo…! – amenazó con el puño izquierdo en alto “Cape”, por eso de ser roja.
La
fiera corrupia que tenía más de caganío que de mozo pizarro, amitaló el mal
geño y enfurruño de la pispaja, marisabidilla y sabidonda de Caperucita, en el
inte.
-
¡”Cape”, si te paice, tú te vas por la vedera de la carretera y yo me voy por
el Camino Viejo! – propuso el rutimangas, tirillas y sacaliñero Bolo Blas.
Y
Caperucita Colorá, pavisosa, papona y setona de nación cayó en el garlito…
Entonando
la preciosa y delicada cancioncilla que se estilaba, “Cape” tomó la vedera de
la “Zanja de Calderón”, llegó a la güerta de Quilino, frente al “Prao de
Pacheco”. Sobre la tupida alfombra, entre la floresta tapizada de violetas
silvestres, humildes margaritas y delicados jacintos; mecida por el suave y
dulzón cefirillo, la mariposa del amor, vestida con sus mejores galas, encendía
la pasión de dos enamorados canes – ¡vaya cursilada! - Que dicho de otra guisa, en cristiano, en
román paladino, viene a decir: “En el socarral atiestao de cardos borriqueros,
abrojos, piejos de señorita, jincos, huncos y verdolagas, dos perros estaban
enligaos. ¡Allá penitas, tío Sotero…!
“Cape”
suspiró profundamente al contemplar la idílica escena:
-
¡Ajo leche…! ¡Qué suerte tien los perros…! ¡P´a que digan que tien vida perra…!
Tras
tan profunda como sutil filosófica reflexión, la mozuela prosiguió la vedera,
dejando a la diestra, “en lo suyo”, a los afanados canes; y, a la sinistra, a
“Los Pinos”. En lontananza atisbó la inconfundible figura de Quilino que,
chaira en mano, cortaba el rabo a una cabra que se había acicutao – uséase,
envenenao con acicuta - . “Cape” le saludó,¡cómo no!, con la mano izquierda y,
en menos que se presina un cura loco, llegó a la recurva de la carretera de
Barcience y siguió la linde…
Como
“Cape”era mu lechuzona fue catando, a mámaro y a troche y moche, todas las
moras de los morales; ora blancas, ora morás. Pero como las blancas estaba mu
aceas y la podían percudir y agenciarle acedías, se puso con las moras morá,
forrinchá, abutragá, implá…
Al
llegar a la plaza de Barcience, frente al Palacio, como nuestra heroína iba
pelín achará, piso una luria, colcha o perdiz de vuelo bajo, se refaró o
farizó, “cogio una liebre” y se embarrunó. Un afilaor d´Ourense al lau la ayudó
a incorporarse. Y, como Caperucita era muy leída y escribida, le dijo:
-
¡Muy agradecida, señor artesano de las chairas, estijeras y joces; gentil
caballero andante y ciclista de la noble “Terra da Chispa”!
-
¡Carallu, qué rapaciña más finoda…! – pensó pa sus adentros el galleguiño.
Por
fin” Cape” llegó en ca su agüelita, a las afueras del único barrio; arrecogió
la llave, hizo charrabís con chis, abrió la puerta y se dirigió al dormitorio.
¿A qué no sabéis a quién se encontró en la cama…? Pues, a la agüelita
guadralbillá, amantoná, amuermá, amuecá, amurriá y amojiná…
En
el inte, “Cape” sacó los avíos de la banasteja, arrecogio la botella de quina
Santa Catalina, “qu´es midicina y es golosina” y como si de pelicilina se
tratase, contri más bebía, más güena se ponía… ¡Eso sí, cogió una jumera de
tres pares de… y le dio por cantar el famoso pasodoble taurino “Francisco
Alegre”.
“Cape”
se despidió casi a la francesa y regresó a su casa torrijana por el Camino
Viejo. Namás llegar a los álamos, se sintió apuchá, desgalichá, aparraná… Tenía
necesidad de apretar los gavilleros,
uséase las canillas, porque se iba a hilillo…
-
¡Vele aquíle, no es mal lugar para aliviarse, entiguar de escagarruciarse por
la pata abajo! – pensó.
Y
como la morconcilla estaba pero que mu
percudía y corruta, ¡vaya fato que atiestaba…! ¡Hasta los guarros de la granja
próxima se pusieron a gomitar…!
Sin
en cambio, Caperucita Colorá seguía sumida en profundas cavilaciones o
barruntejos.
-
¡He visto a mi agüela un tanto enrarecía...No estaba tan apilongá ni engurrumía!
¡Tenía los ojos más grandes; la boca, idem; las orejas, idem y los dientes,
idem…! ¡Amás, Bolo Blas es vegetariano y me dijo que iba a dil a cazar una
liebre por custión que está lampando y pasando más hambre que los milanos de
Alita…! ¡Equilicúa…! ¡Seré setona y paponaza…! ¿A qué era el lobo el que ha
repelao la banasta con los avíos y la quina Santa Catalina, “qu´es medicina y
es golosina”? Y es que este Bolo Blas paice más que sospechoso. ¡Ya sé qu´está
mu acalostrao y que porción de gente chamulla que se está volviendo malflorita,
bacanita y más sapiruso que un palomo cojo, y hasta la dao por la custión del
“dra cuin”…!
El
ruido de un trote guarrero interrumpió su razonamiento. Apuritamente, por la
vedera adelante, dos jinetes a la jineta sobre dos jacos con más mataúras que
la borrica del panaero se aproximaban. “Cape” se subió rauda el rano para que
no la vieran el culo en pompa y, una vez aparejá como Dios manda, les aparó y
contó sus barruntos.
¿Eran,
por ventura, dos cazadores aquellos jinetes a la jineta…? ¡Quia, que va…, eran
dos guardas! Lo cierto y fijo es que Caperucita Colorá dio una nadita a plen
cuadrá, se empingorotó de un brinco cabruno en la grupa del derrengao jamelgo
del guarda mayor, se esparranjó sin sentir lacha de enseñar sus cañarejas
canijuchas y escuchumizás y, casi en el inte, llegaron a la casa de la agüela.
Entraron en la alcoba y sorprendieron a Bolo Blas apontocándose entre pecho y
espalda los albaritos y malacatones maúros de La Puebla, amás de las uguas de
cojón de gato, unos pestiños, media libra de Chocolate Marrón, un cacho de
piñonate de La Mata y unos arripapalos de Gerindote.
El
guarda mayor le endiñó un par de güescas al lobo Bolo Blas, quien confesó haber
llevado a la agüela a la troje. La agüelita se abrazó a su nieta hasta casi
espachurrarla. Bolo Blas fue conducido a la trena torrijana donde, sin en
cambio, Toribio, el carcelero-alguacil-pregonero-camposantero le trató a tuti
plen.
“Cape”,
por fin, pudo regresar a su casa de Las Maquedas. Le contó a su madre, la señá
Ugeña, lo sucedido y, en el inte, desanzoló el cabás, en un pispás, porque, al
día siguiente, habría de asistir a la Escuela Villa, donde daban pan y
tortilla.
Y
colorín colorao…
¡Felicísima
Feria de Septiembre 2013! ¡Carpe Diem…!
Asociación
“Amigos de la Colegiata”
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